Dejamos al margen los aspectos propagandísticos -que los había- de la Falange en Asturias y del Ejército faccioso, pero no es menos relevante -descontando las exageraciones- que al caer los frentes en Asturias de un modo vertical fueron miles de milicanos los que quedaron a merced de los vencedores fascistas.
Fueron miles los milicianos que se encontraron sin dirección política y militar, y más cuando todos los dirigentes habían huido de Asturias en la noche del 20 de octubre de 1937.
El 25 de octubre la prensa falangista, haciéndose eco de los partes de guerra del Cuartel de Salamanca, informa que 15.000 milicianos habían sido capturados. Habían pasado sólo cuatro días, y los milicianos caían, se rendían, se entregaban, o simplemente volvían a sus casas para ser capturados como conejos por los falangistas de cada localidad. Esperaban éstos que vinieran como corderos y se doblegaran y arrodillaran ante el nuevo "orden" que habían impuesto a base de terror, palizas y asesinatos.
El crimen de los dirigentes del Frente Popular en Asturias fue abandonar la tierra en la que quedaron esos 15.000 capturados en cuatro días, y miles más durante los meses posteriores. No sirve al dirigente leal a la causa que defiende esconderse tras los argumentos archiconocidos de que ellos "serían los primeros en ser fusilados". Fusilados unos y fusilados otros, pero los dirigentes mueren -como los generales- en la cama.
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