Los carnavales ("carne levantar") significaban los excesos festivos que venían desde la antigüedad ("saturnales romanas"), y esta festividad que acogió el cristianismo -como tantas otras cambiando su sentido y significado- resultaba escandalosa al nacional-catolicismo que imperó durante 40 años. Imponer la prohibición de que las personas se disfrazaran y se vistieran al modo que desearan, así como festejar las saturnales con los excesos que cada cual considerara, era algo que los curas y los militares franquistas no podían tolerar. En realidad lo que más temía ese nacionalcatolicismo imperante era que la "carne" fuera protagonista en algún momento de las vidas de los mortales. Enseñaron los católicos a generaciones de niños y niñas quiénes eran los enemigos del alma, y repetíamos sin entender nada: "el mundo, el demonio, y la carne".
Esta es la circular en que el gobernador fascista de Asturias ordena que se prohíba cualquier celebración carnavalesca.
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