El Nuevo Estado que se impone a partir de 1939 en toda España pretende que la moral católica sea la única imperante. Lo consigue. Prohibiciones de todo tipo se extienden por los bailes y fiestas tradicionales. El baile es una actividad lúdica -de las pocas que el Nuevo Estado Fascista consiente- siempre que se ajuste a sus reglas. Es conocida la actividad controladora del cura de Cabañaquinta -Ramón Campal- que los días en que los jóvenes bailaban en la plaza, él -como un Fermín de Pas- subía a lo alto de la casa donde está la Notaría y desde allí controlaba todo movimiento y los deslices que pudieran haber. Más tarde llamaría la atención -en plena calle si era preciso- a la joven que se "había divertido en demasía", con el sólo fin de avergonzarla públicamente. También se conoce aquella obsesión porque los cuerpos no se juntaran demasiado y cura hubo que bajaba como alma que lleva el diablo para colocar una silla entre los bailarines (todavía las personas mayores cuando bailan el pasodoble lo hacen a la distancia de una silla).
El control social del fascismo en todos los pueblos y aldeas de España era total, también en el Concejo de Aller. Las normas impuestas por el Nuevo Estado impedían que los bailes durante los años inmediatos a su victoria militar se realizaran al aire libre, y si se trataba de fiestas tradicionales siempre habría que pedir permiso.
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