Durante la Guerra de España -que no "guerra civil", por más que se empeñen algunos falsarios en denominarla así, ya que aquí combatieron "tres naciones y media" al lado de los curas y militares fascistas, como diría el Ministro Alvarez del Vayo- las mujeres republicanas tuvieron un papel esencial en la defensa de la democracia y de la libertad.
Se la jugaron muchas veces. Se la jugaron cuando en Aller varias mujeres -como Elvira Rodríguez Pulgar- se presentaron el día de las elecciones del 16 de Febrero de 1936 como interventoras del Frente Popular. Se la jugaron como Gloria Solís en la Revolución de 1934, apoyando a los mineros revolucionarios. Se la jugaron en el frente de combate como milicianas -cuando algunos "imprescindibles" tomaban el vermut en la Calle Corrida- codo a codo con los hombres, como ocurriera con Carmina Gonzalez y María Rodríguez Díaz. Se la jugaron en los talleres de costura cosiendo ropa de invierno para los milicianos que estaban en los Puertos. En las fábricas de armas. Sembrando los campos y cuidando el ganado. En el reparto de los alimentos -escasos alimentos- que llegaban desde los comités de Abastecimiento. Como maestras bajo los bombardeos de los fascistas con los niños en las escuelas para que olvidaran que estaban guerra. En las cocinas comunitarias. En la fortificación de trincheras. En la organización municipal participando como miembros del Consejo Municipal. En el Socorro Rojo Internacional, recaudando cuanto se pudiera para aliviar el hambre y las necesidades del pueblo. Organizando las Cantinas Escolares. Y en tareas de vigilancia y seguridad en la retaguardia porque los hombres estaban en el frente de combate. Se la jugaron en Aller más de 250 mujeres que posteriormente fueron represaliadas.
Llegaron los fascistas al concejo y comenzó el aquelarre de sangre y los autos de fe. Los asesinatos, las violaciones sexuales, las torturas en las que no se libraron de amputaciones significativas, las palizas mortales, la persecución constante y la obligación de satisfacer a la bestia fascista. El aceite de ricino, el corte de pelo al cero para mayor humillación. La ruina económica arrebatando violentamente cuanto tenían -robos de enseres y de pertenencias de la familia en que el hombre había sido asesinado o desaparecido- o la incautación aparentemente legal, los engaños y las trapacerías con un sistema de préstamos que les dejaban sin nada para sus hijos.
Los campos de concentración -en Avilés, en Soria, o en Saturrarán -donde pasaron las mayores penalidades o perdieron la vida -es el caso de Basilisa de Nembra, de 70 años, que muere en la cárcel de Soria de hambre y de frío-, o donde parían a sus hijos para ser robados, por el sacrosanto derecho de que fueran educados en la "verdadera fe y en la doctrina del buen español".
Aún queda por escribir esa parte de la represión que sufrieron las mujeres que tenían a sus hombres presos, o desaparecidos o muertos. Aquellas que tenían que pedir permiso al Jefe de Falange para poder desplazarse; aquella otra que veía cómo se morían de inanición sus hijos; aquella que tuvo que soportar la presencia de un moro en su casa "por orden de la Autoridad" -fascista, por supuesto- y encima tenía que aguantar las habladurías de beatas y católicas "bienpensantes" (en Aller estuvieron los moros hasta 1951).
Se nos van muriendo las madres y las abuelas y se llevan con ellas su memoria. Y de ese modo no quedará nada qué contar de primera mano, salvo raras excepciones. Urge que cada cual haga un archivo de la memoria de sus ancianos - de las mujeres de su familia especialmente-, pues de ese modo podremos poco a poco reconstruir toda una época en que tuvieron que vivir bajo el fascismo español. (Escrito en el 80º aniversario dela proclamación de la República Española).
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